Dani Trainer

EJE INTESTINO-CEREBRO, SALUD Y ENFERMEDAD

EJE INTESTINO-CEREBRO APARATO DIGESTIVO-SALUD Y ENFERMEDAD

«Toda enfermedad comienza en el intestino». Hipócrates

En artículos anteriores como éste o éste vimos que la microbiota (bacterias que viven en nuestro intestino) influye de manera determinante en nuestra salud, estando vinculada con las más graves enfermedades que asolan nuestra sociedad como obesidad, diabetes o algunos tipos de cáncer hasta otras patologías de menos gravedad como asma o alergias.

Hoy nos centraremos en cómo influye el estado del aparato digestivo a nivel cognitivo y conductual así como en otras afecciones psíquicas (estrés, trastornos de la conducta alimentaria, depresión…)

Que yo conozca, apenas se han desarrollado estrategias preventivas para estos problemas a nivel de salud pública y es esencial que las políticas de sanidad se centren en un enfoque multidisciplinar.

Por ejemplo, es fundamental que una persona con depresión reciba tratamiento psicológico. Pero si no consulta a un nutricionista para abordar también la parte de salud digestiva, es probable que nunca termine de salir de esa depresión. La conexión mente-intestino es sinérgica: si uno funciona correctamente, el otro también lo hará y viceversa.

El problema del enfoque sanitario actual es que se trabaja desde los síntomas y no desde la prevención, lo que ahorraría mucho sufrimiento a los pacientes y millones de euros de gasto sanitario público.

La complejidad de los trastornos mentales reside en que no tienen una causa definida: son multifactoriales. La aplicación de psicología ha mejorado mucho las últimas décadas y es útil, pero no suficiente, lo que se observa en el rápido aumento de trastornos mentales y enfermedades neurológicas de las últimas décadas, como vemos en las gráficas.

crecimiento-trastornos-mentales

Estos datos son de entre 2006-2013, por lo que en la actualidad el crecimiento es mayor. El consumo de fármacos como los antidepresivos también bate récords cada año pero no se reducen los trastornos mentales, lo que nos sugiere que el enfoque clínico para trastornos mentales puede estar teniendo sus aciertos pero también sus errores y limitaciones.

El estudio del eje intestino-cerebro abre una nueva posibilidad en el enfoque de los problemas psíquicos.

LA INVOLUCIÓN DE NUESTRA MICROBIOTA

La salud digestiva es un factor modificable que influye en el riesgo de enfermedades. De las 100 billones de bacterias que tiene el cuerpo de un adulto, el 80% están en el intestino. Este ecosistema interno que albergamos está principalmente formado por bacterias aunque también conviven virus, protozoos, arqueas y hongos.

Podríamos decir que somos 100 billones de microorganismos y que nuestro cuerpo es solo su medio de transporte. Por ello, teniendo en cuenta el superorganismo que somos, a la hora de abordar cualquier enfermedad no solo hay que evaluar al ser humano sino también a su microbiota.

En los últimos siglos nuestros genes no han cambiado pero sí lo han hecho las bacterias de nuestro intestino. Los cambios en la dieta con el aumento de ultraprocesados unido a la cada vez mayor ingesta de fármacos que afectan a la salud digestiva han provocado grandes modificaciones.

En el ámbito científico se explica nuestra cada vez más pobre salud intestinal con la hipótesis de “los viejos amigos”. Esta teoría propone que los seres humanos y las bacterias de nuestro intestino se han formado y han interactuado a lo largo de millones de años de evolución. Al vivir en entornos naturales, siempre hemos estado en contacto con esas bacterias y microorganismos presentes en agua, suelo, alimentos libres de contaminación…

La vida en la ciudad ha disminuido la exposición a estos microorganismos beneficiosos, derivando en un sistema inmune más débil, una microbiota menos diversa y un aumento generalizado de trastornos mentales, alergias, intolerancias alimenticias y otras enfermedades.

De hecho, ésto está vinculado con el desarrollo de trastornos autoinmunes y alergias. En entornos rurales los individuos se exponen a microorganismos y “entrenan” al sistema inmune, evitando que éste genere respuestas desproporcionadas. En las ciudades, al no haber esta exposición y carecer de ese entrenamiento, el sistema inmune reacciona de manera muy agresiva contra microorganismos inofensivos llegando a atacarse a sí mismo y a los tejidos del cuerpo.

Unido a esto, mayores niveles de sedentarismo, consumo de fármacos o el ritmo circadiano alterado también afecta a la salud intestinal, así como el hecho de vivir cada vez más en ciudades y menos en el campo, cerca de la naturaleza, donde evolutivamente más contacto hemos tenido con bacterias beneficiosas y microorganismos.

Desde que nacemos (e incluso en el útero materno) se empieza a formar nuestra microbiota. El parto natural es clave ya que en la vagina residen multitud de bacterias beneficiosas que son transferidas al niño y que a su vez forman la microbiota del recién nacido. Pero cada vez más mujeres optan por la cesárea, lo que afectan al bebé con una microbiota y sistema inmune más débil y aumentando el riesgo de problemas como asma, alergias o diabetes entre otras.

parto natural microbiota

El parto por cesárea no otorga al bebé esas bacterias beneficiosas y aumenta su riesgo de desarrollar enfermedades autoinmunes crónicas

Debido al ritmo de vida actual, las madres muchas veces tampoco tienen tiempo de amamantar a sus hijos, sustituyendo la leche materna por leche en polvo procesada. Además de una peor calidad nutricional, se pierde otra vía de obtención de bacterias saludables para el bebé.

Una correcta colonización bacteriana en el intestino es fundamental para el desarrollo físico y mental del bebé y evitar diversas enfermedades y trastornos en su futuro como adulto.

EL PODER DEL INTESTINO

Existen 5 vías de comunicación entre la microbiota intestinal y el cerebro:

-Red neuronal del circuito intestinal: nuestro intestino tiene sus propias neuronas y actúa de forma independiente. De ahí que se le nombre como “segundo cerebro”.

-Eje neuroendocrino-HPA: complejo sistema que relaciona el hipotálamo (situado en el cerebro), la glándula pituitaria (conecta el sistema nervioso con el endocrino) y la glándula suprarrenal (situada encima de los riñones).

-Sistema inmunitario intestinal: constituye la parte más compleja del sistema inmunitario, defendiendo al organismo de los agentes invasivos externos.

-Neurotransmisores: conectan químicamente las neuronas como la dopamina e influyen en el estado de ánimo.

-Barrera de la mucosa intestinal y hematoencefálica: son los guardianes de intestino y cerebro respectivamente, vigilan que ningún agente indeseado se cuele.

eje-intestino-cerebro

El eje intestino cerebro es bidireccional: el cerebro actúa en funciones intestinales e inmunológicas dando forma a la microbiota del intestino y los microbios del aparato digestivo producen compuestos neuroactivos.

El primer reporte científico de la relación entre intestino y cerebro ocurre en el año 2000. Tras una inundación, el agua potable de la ciudad de Walkerton (Canadá) se vio contaminada por 2 bacterias: Escherichia coli y Campylobacter jejuni. Los habitantes afectados desarrollaron síndrome de intestino irritable y los investigadores descubrieron que esto favoreció la aparición de estrés y depresión en los mismos pacientes.

Aunque en ese momento los investigadores no le dieron mayor importancia, más tarde se descubriría que el daño en el intestino estaba muy vinculado al daño emocional. (estudio)

Una limitación de los estudios en este ámbito es que la mayoría son en ratones, ya que no sería muy ético inyectar ciertas bacterias a humanos y ver lo que ocurre (además, no habría muchos voluntarios).

Pero un hallazgo apasionante es el realizado por los investigadores de la universidad McMaster, en Ontario. Colonizaron los intestinos de una cepa de ratones libre de bacterias con la microbiota de otros ratones. Los receptores empezaron a desarrollar rasgos de la personalidad de los ratones donantes. Un ratón tímido se volvería más extrovertido y quizá otro más valiente se volvería más reservado.

Esto nos advierte de que los cambios en nuestra microbiota modulan el cerebro pudiendo aumentar o reducir trastornos del ánimo como la ansiedad o estrés.

Aunque este experimento en ratones es ya una realidad en humanos con la práctica clínica llamada transplante de microbiota fecal y que significa, literalmente, lo que su nombre indica: se extrae a un donante sano parte de sus heces para transplantarlas a través del tracto gastrointestinal superior a un paciente con una enfermedad vinculada a la microbiota. (estudio)

EJE INTESTINO-CEREBRO A NIVEL TERAPÉUTICO

Los investigadores Bercik y Collins demostraron que personas con problemas psiquiátricos recurrentes como ansiedad o depresión sufren a menudo problemas digestivos. Podríamos pensar que se debe a una reacción emocional a la enfermedad, pero los estudios en ratones muestran de que hay algo más allá. (+ detalle)

El neurocientífico Paul Patterson defendía en 2007 que entre el 40 y el 90% de personas con autismo padecen problemas gastrointestinales, lo que sugiere que el comportamiento autista podría estar arraigado en el intestino en lugar de en el cerebro. Los investigadores se preguntan: si tratamos los síntomas gastrointestinales, ¿habría cambios en el comportamiento? ¿podrían revertirse patologías como el autismo mejorando la calidad de la microbiota? (artículo)

Aún queda por investigar pero estudios en ratones y humanos indican que síntomas grastrointestinales favorecen el desarrollo de trastorno del espectro autista (estudio)

La investigación científica avanza en una clara dirección: los cambios producidos en la flora intestinal pueden afectar al comportamiento emocional e influir en enfermedades como autismo, depresión, ansiedad o dolor crónico.

Otros estudios, la mayoría con limitaciones al ser realizados en animales, nos muestran que al someter a los sujetos de los estudios a diferentes estresores (hacinamiento, estrés por calor, estrés acústico…) se altera la microbiota intestinal y además se descubrió que la calidad de la microbiota modula una mejor o peor respuesta al estrés.

En cuanto a enfermedades neurodegenerativas como Parkinson no sabemos aún cómo influye la microbiota en humanos, pero estudios en animales han demostrado una microbiota alterada en trastornos del sistema nervioso central.

En el ámbito del dolor, existen estudios que vinculan el dolor abdominal, las migrañas y el dolor de espalda crónico a una microbiota anormal.

MICROBIOTA Y DEPRESIÓN

La depresión es una de las primeras causas de discapacidad y mortalidad en el mundo, ya que este trastorno produce disfunciones en el cerebro, el sistema inmune, endocrino e intestino, aumentando el riesgo de mortalidad por cualquier causa.

Los tratamientos tradicionales para la depresión se centran en el cerebro, a través de psicoterapia y fármacos pero por desgracia los pacientes no reciben ninguna indicación para mejorar su salud digestiva cuando los investigadores indican que la disfunción en la microbiota es causa directa de depresión.

Además, estos pacientes a menudo consumen fármacos que perjudican a la salud digestiva, entrando en un círculo vicioso complejo. (estudio)

En las últimas décadas los científicos han hecho grandes avances en terapias antidepresivas, sin embargo, los tratamientos actuales tienen una efectividad muy baja además de diversos efectos secundarios.

Desde 2016, doctores como Schnorr y Bacher buscan alternativas para tratar la depresión, a través de cambios en la dieta, eliminando alimentos que causen picos de azúcar y aumentando aquellos ricos en probióticos (bacterias beneficiosas) como yogures naturales y otros fermentos.

El tratamiento de los doctores demostró eficacia: alivió síntomas de ansiedad e insomnio del paciente que padecía ataques de pánico, aumentó la abundancia bacteriana beneficiosa en las heces (Lactobacillus), redujo las bacterias dañinas (Clostridium) y cambió la composición y diversidad de la microbiota.

Los pacientes depresivos padecen de una microbiota alterada inducida por varios factores, incluido el uso de antibióticos, estrés, dieta deficiente, susceptibilidad hereditaria…

Por ello, los tratamientos que abordan tanto la función cerebral como la alimentación y los factores ambientales resultan prometedores.

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