“Todo lo que siempre has querido está al otro lado del miedo” George Addair
Hablar de la mente, pensamientos, miedos y gestión emocional suele ser ridiculizado en occidente. A menudo, las personas que más ridiculizan el tema son las que más necesitan trabajar ese aspecto emocional.
La educación emocional suele ser visto como algo inútil, propio de monjes budistas con túnicas que viven meditando. Igual en la sociedad actual no sólo no es inútil, sino que es muy necesaria.
A pesar de vivir en la época más segura y acomodada de la historia, los casos de ansiedad, depresión y suicidios (primera causa de muerte no natural en España) no paran de aumentar.
¿Y si el principal origen de todo lo anterior fuera nuestra propia mente? ¿Por qué sufrimos tanto, si lo tenemos todo?
Pero en vez de cuidar la calidad de nuestros pensamientos, vivimos narcotizados con redes sociales, televisión, drogas y fármacos.
Debemos aprender a “domar” nuestra mente porque si no, estaremos condenados a una vida limitada y de sufrimiento. Hace más de dos mil años dijo Buda: «todos los actos incorrectos vienen de la mente. Si la mente cambia, ¿cómo podrían permanecer esos actos? En lo que pensamos, nos convertimos»
La mente
Nuestra mente es una fábrica de pensamientos y emociones que no cesan. Es comparable a, como dicen en oriente, una “jaula de grillos” o un “mono encerrado en una jaula” cuya actividad nunca parece terminar.
Por la educación y condicionamiento social que hemos recibido, a menudo nuestras emociones dependen de lo que ocurra en el exterior: si me dan una buena noticia estoy alegre, motivado, entusiasmado. Por otro lado, si las noticias son malas, pueden arruinar el mejor de nuestros días, desembocando en miedo, ansiedad o preocupación.
Y la realidad es que no tenemos ni idea de cómo afrontar esto, ya que en todos los años que pasamos en el sistema educativo no se enseña nada sobre educación emocional.
Por ello, nunca parecemos estar felices del todo, ya que nuestro estado de ánimo depende de lo que ocurra en el mundo exterior. Pensamos que cuando tenga ese coche o cuando me asciendan en el trabajo seré feliz, pero cuando esto ocurre, más allá de la euforia inicial, vuelvo al estado de insatisfacción inicial (adaptación hedónica).
Tras el entusiasmo inicial de recibir una buena noticia o un ascenso en el trabajo, con el tiempo volvemos al estado inicial. Por ello, si no estamos a gusto con lo que tenemos, no estaremos bien con lo que vendrá.
Algún día seremos conscientes de que no es lo de fuera lo que tiene que cambiar, sino que el cambio debemos ser nosotros mismos. Como dijo un sabio, “nada ha cambiado, pero he cambiado yo… y todo ha cambiado”.
Al complicado asunto de la gestión emocional ya le dedicaremos otro artículo. Hoy quiero centrarme en la emoción que más limita nuestras vidas: el miedo.
¿Para qué sirve el miedo?
Uno podría pensar que el miedo no tiene finalidad alguna ya que es algo que nos perjudica, pero la realidad es que el miedo ha sido una emoción esencial en la historia del ser humano y de no ser por él, probablemente nos hubiéramos extinguido.
El miedo es una de las emociones más primitivas del cerebro. Nuestros antepasados, que vivían en un entorno salvaje lleno de peligros, necesitaban el miedo para sobrevivir. Sentir miedo frente a la invasión de una tribu o el ataque de un animal salvaje nos hacía ponernos a salvo, preservando así nuestra vida.
Imagina un entorno salvaje sin miedo, donde estando tu sólo en medio de la sabana, al ver 10 leones viniendo hacia ti, no sintieras miedo y te fueras a por ellos de cabeza. El final no hubiera sido muy agradable.
Imagina ver a esta criaturita corriendo hacia tí y no sentir miedo. Más que querer caricias, si no huyes lo más probable es que seas su cena.
El problema está en que somos lagartijas emocionales. Nuestro cerebro no ha cambiado demasiado en los últimos miles de años. Sigue estando diseñado para la supervivencia y para un mundo salvaje el cual ya no existe. En vez de atacarnos una tribu rival o una jauría de leones, los riesgos del mundo actual no hacen peligrar nuestra vida, como puede ser una bronca del jefe o un atasco que suponga llegar tarde a una cita. Pero la respuesta de nuestro cerebro es la misma, como si estos eventos pusieran en peligro nuestra vida.
Por ello, en el mundo actual nuestro querido cerebro produce reacciones automáticas desproporcionadas. Nuestro cerebro está diseñado para un mundo que ya no existe.
Debido a ésto, es esencial una correcta gestión emocional para que nuestra mente no nos domine.
Origen del miedo
Hay que dejar una cosa clara: los miedos no existen. Al menos en la realidad.
Son mentiras, ilusiones que surgen de un sistema de creencias limitante, como ya hemos comentado, orientado a la supervivencia. Siendo pensamientos ilusorios, cuando nos los creemos y les damos importancia derivan en emociones, que a su vez crean realidad y nos llevan a tomar o no decisiones, influyendo en nuestra vida (para mal).
Esto está científicamente demostrado. En este estudio, investigadores pidieron a los participantes que escribieran sus temores durante un largo período de tiempo, luego tuvieron que identificar cuál de sus desgracias imaginarias no sucedió. Esto es lo que encontró el estudio:
-El 85% de lo que temían nunca sucedió.
-El 15% de los sujetos manifestaron sus peores temores pero el 79% encontraron que podían manejar las dificultades mejor de lo esperado o aprendió de ello.
Es decir, que no sólo la mayoría de lo que tememos nunca sucede, sino que cuando ocurre, nos desenvolvemos mucho mejor de lo esperado.
Como decía Michel de Montaigne, «mi vida ha estado llena de terribles desgracias; la mayoría de las cuales nunca sucedieron». Sufrimos mucho más en la imaginación que en la realidad.
La respuesta más común frente a algo que tememos es evitarlo, pero eso nunca resolverá el problema. Debemos exponernos de forma gradual a nuestros miedos y estar dispuestos a sentir incomodidad a corto plazo para sentirnos mejor a largo plazo. Evitar situaciones que nos dan miedo las potencian.
Es normal sentir miedo. Es parte de la vida. Debemos dejar de luchar contra él y aceptarlo. Además, sentir miedo es clave para progresar, ya que si nunca sentimos miedo es que no hay avance, porque aquello a lo que nos enfrentamos no es algo nuevo
Aceptar lo que ocurre con entusiasmo, no verlo como una carga si no como algo propio de la vida. Las cosas no tienen por qué darse como uno espera o desea. Nuestras idealizaciones no siempre se cumplen.
Como alguien muy sabio escribió: “son tus acciones las que cambiarán tu vida, no tus pensamientos ni emociones. Actúa si es necesario con pereza, con miedo o con duda, pero actúa”
Mundo mental vs mundo real
El mundo real es mucho más benevolente que el mundo mental. Todos, al enfrentarnos a un miedo, una vez superado hemos tenido esa sensación de “no era para tanto”.
No hay forma de evitar completamente el miedo, pero ayuda ponerse en el peor de los casos, y si ocurre, aprender de ello. Lo que más miedo nos da es precisamente lo que más necesitamos hacer. Si te da miedo pero quieres hacerlo, es justo lo que necesitas en tu vida.
Es el miedo a las consecuencias desconocidas lo que nos paraliza. Nuestro cerebro necesita tener todo bajo control (recordemos que está diseñado para la supervivencia) pero la vida es todo lo contrario. Prácticamente nada está bajo nuestro control. Lo inesperado siempre tiene cabida como resultado.
Allí donde este el miedo debemos estar, porque si no nosotros mismos y nadie más, estamos limitando nuestra vida. Cuando nos exponemos a él, ganamos esa experiencia en nuestro interior y ganamos un poco más de confianza, hasta ver, poco a poco, los miedos como límites a superar. Esto nos acerca a una vida plena. Porque al otro lado del miedo se esconde todo lo que buscamos en la vida.
Estrategias para afrontar el miedo
–No creerse los miedos, ya que son inconscientes y crean realidad cuando te los crees. Atrévete a cuestionar ese diálogo mental. Nuestros pensamientos no los elegimos nosotros, nos los “susurra” nuestro ego. Cada vez que aparezca un pensamiento relacionado con el miedo, detectarlo y confrontarlo, no dejar que progrese.
Pero, ¿qué es el ego? Según el diccionario, “valoración excesiva de uno mismo”. Ego significa “yo” en latín. Ego es dar demasiada importancia a uno mismo, ser arrogante. Es ambición centrada exclusivamente en uno mismo. El ego pone a uno por encima de todo y de todos. Sentir que eres mejor que los demás y tener la necesidad de ser reconocido.
Ego también es esa voz interna que te susurra mentalmente pensamientos limitantes, expectativas, necesidades…y a la que no debemos escuchar.
El ego puede convertirse en un lastre que limita nuestra vida.
Tú no eres tus pensamientos. Los pensamientos están formados por experiencias pasadas, recuerdos momentos felices y tristes, preocupaciones sobre el futuro… esos pensamientos van y vienen, pero no debemos identificarnos con ellos. Ni si quiera podemos elegir nuestros pensamientos.
Tú eres el ser que escucha esos pensamientos y por eso no debes identificarte con ellos.
–Mantente en el momento presente: los miedos suelen proceder de pensamientos tanto del pasado como del futuro. Cuando este tipo de pensamientos aparezcan en tu mente, date cuenta de ello y céntrate en el momento actual, por ejemplo a través de la respiración o el escaneo mental de tu cuerpo. Esta simple técnica ayuda a calmar ese diálogo mental negativo.
-Haz algo cada día que te incomode, para poco a poco ir ampliando tu zona de confort.
-Céntrate en tu esfuerzo y tus acciones, no en lo que opinen los demás. Muchas veces es el miedo al rechazo o ridículo lo que nos paraliza. Si vives preocupado sobre la opinión del resto, conviertes a todos en tu juez.
Si actúas de acuerdo a tus principios y perspectiva, no te tiene que importar la opinión de los demás, que es algo que de por sí no podemos controlar.
-Respiración: cuando sentimos miedo, al ser consciente de nuestra respiración, saldremos del efecto túnel pensando en qué está ocurriendo y dándole forma al miedo, racionalizándolo. Entonces seremos conscientes de la situación y podremos elaborar un plan de ataque.
–Visualización negativa: esto ya lo proponían filósofos como Séneca y consiste en visualizar y aceptar lo peor que pueda pasar. Ante una situación que tememos, debemos preguntaros, ¿qué es lo peor que puede pasar?
Por ejemplo, en nuestro día a día lo peor que nos puede pasar es que nos equivoquemos o que recibamos una mala contestación. Pero nuestra vida seguirá y además, aprenderemos de la situación. No nos va a comer ningún monstruo.
–No debemos preocuparnos tanto por los resultados (que a menudo no dependen de nosotros) y sí centrar todos nuestros esfuerzos en el proceso. Al hacer algo, no debemos pensar en las consecuencias, ya que eso es la mente orientada al miedo. Debemos estar presentes y actuar con totalidad, sin calcular o planificar los resultados. Es imposible predecir lo que va a suceder y cuando intentamos hacerlo, limitamos y malgastamos nuestra vida.
-Meditación: observar nuestra mente, sin juzgar ni identificarnos con los pensamientos que vayan surgiendo.
Conclusión
Ningún gurú ni libro de autoayuda tiene la fórmula de la felicidad o la erradicación del sufrimiento. Pueden darnos pautas útiles, pero es un camino que cada uno de nosotros debe recorrer por su cuenta. No es un camino fácil, ya que sobre gestión emocional no se nos ha enseñado nada. Descubrimos estas enseñanzas a raíz del sufrimiento personal.
2 comentarios en «CÓMO NUESTROS MIEDOS NOS LIMITAN Y LA IMPORTANCIA DE AFRONTARLOS»
Que interesante que en tu blog sobre ejercicio hables de salud mental!!!
Muchas gracias Sergio! Creo que es buena idea ver la salud desde todos los puntos de vista